domingo, 17 de junio de 2007

No somos inmutables

Hablemos de deformaciones corporales.

A mí me espeluzna el saber que no somos templo, que no somos inmutables y que existe en nosotros la posibilidad de la modificación física. Me espeluzna el saber que nuestras proporciones o características corporales pueden ser alteradas si son sometidas a la voluntad de la imaginación, de la fuerza física o del tiempo.

Por ejemplo, si imagináis a una persona gritando con la boca muy abierta a la manera de las heroínas de las películas de miedo, es seguro que no sentiréis una impresión especialmente honda. Pero, en cambio, si imagináis de nuevo a una persona gritando, pero ahora con la boca muy, muy abierta de manera que la cavidad bucal duplique el tamaño de la cavidad bucal de alguien que al gritar abre la boca a la manera de las heroínas de las que antes hablaba, es seguro que sentiréis una sensación de extrañeza, y hasta de incomodidad, por la discordancia que hay entre esta imagen y la realidad. Este sería un caso de modificación física por la voluntad de la imaginación.

O, por ejemplo, si rememoráis el final de un cuento de Edgar Allan Poe titulado Berenice, es seguro que sentiréis un escalofrío al imaginar de nuevo el momento en el que uno de los sirvientes de la casa en la que habitan Berenice y su primo Egaeus habla a Egaeus, entre susurros, de una tumba violada (la de Berenice), y de un cadáver desfigurado y que aún respira (el de Berenice). Recordad: Egaeus, poseído por la locura monomaniática en la que se sumerge por la visión de los dientes de Berenice, extrae las piezas dentales de Berenice estando ésta aún viva pero enterrada. Este sería un caso de modificación física por la voluntad de fuerza física.

O, por ejemplo, y ya para acabar, si pensáis en las modificaciones con las que, en vosotros mismos, se ha cebado el paso del tiempo. Coged una foto vuestra de hace muchísimos años y comparadla con el reflejo que aparece enfrente vuestro cuando os miráis a un espejo. La piel de grieta puebla los lugares en los que antes había piel de melocotón; la nariz ha cambiado, las orejas han cambiado y hasta la circunferencia que define el contorno de la cabeza ha cambiado; tendemos, a lo largo de nuestra vida, del nenúfar a la momia. Este sería un caso de modificación física por la voluntad del tiempo. La más invisible (pues al ser la modificación a la que estamos más habituados en lo común de los días, ni la sopesamos) pero no por ello la menos terrible.

Al pensar en todo esto que os acabo de escribir, me he acordado de un pasaje de La Biblia que dice: “What? Know ye not that your body is the temple of the Holy Ghost which is in you, which ye have of God, and ye are not your own?” (Corinthians, 6: 19, en según The King James Version de La Biblia). Pensar en este pasaje y pensar lo mismo en todo lo que os he escrito antes es la risa, ¿no creéis?

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