martes, 5 de junio de 2007

Edward Gibbon: meditaciones sobre Roma y Venecia

Para la mayoría, Venecia es la ciudad de las delicias de la imaginación y de los excesos visuales. Pero ciertamente, y aunque a algunos nos pueda parecer extraño, esto no lo es para todos. Edward Gibbon, el insigne autor de la minuciosa historia de la Roma antigua titulada The Decline and Fall of the Roman Empire, visitó Venecia durante el viaje de vuelta de su profético viaje a Roma (profético pues fue durante su visita a Roma que Gibbon concibió escribir la historia de su caída). Él fue uno de los que, después de haber estado en ella, en Venecia, no supo hablar de sus maravillas. En una ocasión dijo que “el espectáculo que ofrece Venecia proporciona algunas horas de estupefacción lo mismo que algunos días de repugnancia”.

En una carta escrita el 22 de abril del 1765, y editada por J.E. Norton escribió:

“De todas las ciudades de Italia, de la que menos satisfecho estoy es de Venecia. Venecia contiene una acumulación de objetos que son singulares pero no agradables, y que producen una sorpresa momentánea que pronto da paso a la saciedad y al disgusto. Casas viejas y, en general, enfermas. Pinturas ruinosas. Acequias fétidas dignificadas con el pomposo nombre de Canales. Un hermoso puente estropeado por dos filas de casas situadas sobre él. Y una gran plaza decorada con la peor arquitectura que he visto jamás, y maravillosa sólo por estar en un lugar en el que hay más tierra que agua. Tales son los colores que debería utilizar para pintar mi retrato de Venecia. Un retrato por lo general auténticamente cierto; aunque es justo reconocer que quizás debieran atribuir la gran oscuridad del mismo al disgusto que siento por el lugar. Además, aquí nadie entiende el inglés, por lo que toda comunicación con los nativos del lugar está estrictamente prohibida.”

De Roma, en cambio, escribió en sus memorias:

“No puedo olvidar ni expresar la fuerte emoción que agitó mi mente cuando me acerqué, por primera vez, a la Ciudad Eterna. Después de una noche de insomnio caminé, con paso altivo, entre las ruinas del Foro. Cada lugar memorable (donde Rómulo estuvo, o Tulio habló, o César cayó) estaba al alcance de mi vista. ¡Ah!, muchos días perdí (¡o, mejor dicho, disfruté!) antes de que pudiera dedicarme, por fin, a una serena y minuciosa investigación.”

Claro, pues como he dicho al principio, fue en Roma donde Gibbon concibió la idea de escribir una historia de la ciudad, que más tarde decidió extender a una historia del Imperio Romano. Más concretamente:

“Fue en Roma, el 15 de octubre de 1764, mientras me encontraba sentado en medio de las ruinas capitolinas y los frailes de pies descalzos estaban cantando en el templo de Júpiter, donde la idea de escribir acerca de la caída de la Ciudad Eterna llamó a mi imaginación.”

Edward Gibbon vivió entre 1739 y 1794.

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