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sábado, 30 de junio de 2007

Superman y los otros: Gilgamesh

Superman, además de ser la figura crística y mesiánica de la que hablaba el domingo pasado, copia las características y las bondades de algunos mitos, héroes y dioses del mundo antiguo. Por ejemplo, copia las características y las bondades de Gilgamesh: igual que el Gilgamesh sumerio, Superman es, en parte, un inmortal (y, por lo tanto, similar a un dios) y, en parte, un mortal (y, por lo tanto, similar a un humano).

El Gilgamesh sumerio fue el quinto rey de Uruk, ciudad que estuvo situada al este de lo que hoy es la cuenca del río Eufrates, que fue primero la antigua capital de Sumeria y después la de Babilonia. Nacido, en algún momento situado entre el año 2700 antes de Cristo y el año 2600 antes de Cristo, de Lugalbanda, el tercer rey de Uruk, y, según la épica que se narra en el Poema de Gilgamesh, de la diosa Ninsun, fue descrito como un personaje cuya condición conjugó, a la vez, dos condiciones dispares: la de dios, por una parte, y la de hombre, por otra. Pues se dijo de Gilgamesh que fue dos terceras partes de dios y una tercera parte hombre. Entonces, así fue que, por esta condición divina, fue considerado en lo antiguo como alguien superior a los hombres; fue, en definitiva, uno de los primeros personajes con carácter de superhombre que aparece en la historia. A Gilgamesh se le trató como un semidiós y, además, es fama que fue conocido por su extraordinaria fuerza. Por debajo de lo divino, y si hablamos más prosaicamente, también fue rememorado por haber construido una gran muralla en torno a la ciudad que regentaba, para defendiera a sus habitantes de las amenazas de los enemigos exteriores.

El poema titulado Poema de Gilgamesh narra la relación entre Gilgamesh y su amigo Enkidu, con quien emprende peligrosas búsquedas y aventuras. Las aventuras que los dos corren para matar al gigante Humbaba, el descenso a los infiernos y la relaciónes que en el poema aparecen entre dioses y semidioses, hacen de él un claro antecedente de los poemas helenísticos. Muchos de sus estudiosos consideran que el tema central del poema es la inmortalidad y la relación que esta guarda con la mortalidad, ya que está centrado en los sentimientos de pérdida y de dolor que experimenta Gilgamesh tras la muerte de su amigo Enkido.

El poema se escribió sobre tabillas de arcilla y se utilizó para ello escritura cuneiforme. En una de las tablillas en las que está escrito en poema hay una narración que anticipa el episodio del Diluvio universal que aparece en La Biblia.

En la columna I de la tablilla X aparecen los siguientes versos:

¿A dónde vas, Gilgamesh?
La vida que tú buscas
Nunca la encontrarás.

En eso basó su vida Gilgamesh: en la búsqueda. En la búsqueda incesable. En la búsqueda constante del significado de lo que es la vida, de lo que es la muerte y de lo que es el destino. Y en la búsqueda del sentido que, sabiendo que hay muerte, dolor y olvido, esta tiene. Estos versos dichos a Gigamesh, y leídos a la manera de los coros de las tragedias griegas posteriores, son, no lo negaréis, estremecedores.

viernes, 22 de junio de 2007

Superhéroes V: a propósito de Watchmen

Acabo de releer el primer capítulo de la serie Watchmen. Escrita por Alan Moore, dibujada por Dave Gibbons y coloreada por John Higgins, los doce capítulos de los que consta la serie fueron publicados durante 1986 y 1987. Al poco tiempo de ser publicada se convirtió en una obra mito. Premiada y prestigiada por todo tipo de publicaciones se la consideró, de manera casi unánime, una obra maestra más allá del medio de expresión en el que había sido creada: el cómic. Y es una obra, además, muy meditable y en la que se plantea de manera trágica, y hasta melancólica, el papel y el sentido del Héroe y de lo heroico en la sociedad moderna.

Pues bien, como decía antes, he releído el primer capítulo de Watchmen.

En este capítulo hay diálogos y pensamientos memorables. Uno de esos pensamientos a los que me refiero es el que, a propósito de la muerte de un antiguo amigo (y socio en la defensa de la justicia y del Bien), nos regala el Dr. Manhattan. Dice este Héroe, pensando en la vida y en la muerte: “Un cuerpo vivo y un cuerpo muerto tiene el mismo número de partículas. Estructuralmente, no hay diferencia. La vida y la muerte son abstracciones. ¿Por qué debería estar apenado?”

La diferencia entre la vida y la muerte. Tema meditable por antonomasia, ¿no?

Estas frases del Dr. Manhattan me han hecho pensar en estos dos conceptos de los que hablan. ¿Qué es la vida? ¿Qué es la muerte? ¿Desde cuándo el Hombre se preocupa por la vida y la muerte? ¿Desde lo más antiguo de lo antiguo? ¿O, más bien, desde que en el corazón del Hombre surgió el hecho de lo religioso? Yo no sé decidir una respuesta clara y meridiana que dé respuesta a estas preguntas pero la verdad es que pensando en ellas, y pensando lo mismo en otras que giran alrededor del mismo tema (el tema de la vida y de la muerte), he releído algún capítulo de algún libro que habla de la historia de los más antiguos y que tenia sometido al polvo y al aburrimiento en alguna de las estanterías que tengo en casa. Resumo lo que he leído.

Resulta que hay evidencias físicas que aseguran que los hombres de Neandertal ya enterraban a sus muertos: en La Ferrassie (Francia) y en Shanidar (Irak), por ejemplo, se han encontrado tumbas en las que familias enteras están ubicadas en posiciones nada azarosas junto a lo que fueron, aseguran los estudiosos, sus más valiosos bienes. Estas evidencias físicas aseguran que aquellos hombres, que vivieron hace 30000 o 40000 años, ya supieron distinguir entre lo que era la vida y lo que era la muerte. Y, a raíz de estas mismas evidencias, los estudiosos derivan también que los hombres de Neandertal ya tenían un concepto ancho de lo que era el alma, y que, además, tenían un sistema organizado de bienestar social, de cuidado y respeto por los ancianos, y de organización política (de gobierno) y filosófica. No obstante, debe decirse que estos lugares de entierro han sido cuestionados por otros estudiosos en la materia, por considerarlos fraudulentos; o por considerarlos, simplemente, casuales.

Pero si consideramos estos lugares de entierro como verídicos y no como lugares en los que casualmente se han acumulado esqueletos y utensilios antiguos (es decir, si consideramos que los hombres de Neandertal efectivamente enterraban a sus muertos), y aunque no supongamos todo lo que los arqueólogos concluyen a partir de esta suposición (y que antes enumeraba), podemos meditar en dos consideraciones: en la del entierro como hecho físico, y en la de entierro como hecho ritual. En cuanto a lo físico, e independientemente de cualquier otro aspecto añadido, el simple hecho de enterrar a los muertos había de ser útil por dos motivos: para disuadir a los animales carroñeros y para enmascarar el olor pútrido de los cadáveres en proceso de descomposición. En cuanto a lo ritual, en cambio, el hecho de entierrar a los muertos se dibuja más complejo para el entendimiento, pues se derivan de este hecho la existencia de dos ideas llave para entender el desarrollo histórico del Hombre: la idea de la vida y la idea de la muerte; pues lo ritual hubo de servir, y sirve, para definir una frontera que ellos ya empezaron a ver: la frontera que hay entre el vivo y el muerto.

Aquellas primeras celebraciones rituales de la muerte santificaron la vida. Y constituyeron la primera evidencia de que el hombre se empezó a plantear algo que, conceptualmente, alcanzaba más que la simple valoración instintiva de la vida; de que empezó a formarse lentamente, desde la bruma de los tiempos en los que la historia del Hombre casi no estaba dibujada, una convicción que decía que la vida es digna de reverencia.

Ah, momento trascendente como pocos en la historia del Hombre, ¿no? Pues aquella reverencia a la vida que el Hombre ha practicado desde entonces es lo que ha permanecido como la base moral de toda acción humana desde entonces.


Figura 1: entierro en La Ferrassie.

martes, 5 de junio de 2007

Edward Gibbon: meditaciones sobre Roma y Venecia

Para la mayoría, Venecia es la ciudad de las delicias de la imaginación y de los excesos visuales. Pero ciertamente, y aunque a algunos nos pueda parecer extraño, esto no lo es para todos. Edward Gibbon, el insigne autor de la minuciosa historia de la Roma antigua titulada The Decline and Fall of the Roman Empire, visitó Venecia durante el viaje de vuelta de su profético viaje a Roma (profético pues fue durante su visita a Roma que Gibbon concibió escribir la historia de su caída). Él fue uno de los que, después de haber estado en ella, en Venecia, no supo hablar de sus maravillas. En una ocasión dijo que “el espectáculo que ofrece Venecia proporciona algunas horas de estupefacción lo mismo que algunos días de repugnancia”.

En una carta escrita el 22 de abril del 1765, y editada por J.E. Norton escribió:

“De todas las ciudades de Italia, de la que menos satisfecho estoy es de Venecia. Venecia contiene una acumulación de objetos que son singulares pero no agradables, y que producen una sorpresa momentánea que pronto da paso a la saciedad y al disgusto. Casas viejas y, en general, enfermas. Pinturas ruinosas. Acequias fétidas dignificadas con el pomposo nombre de Canales. Un hermoso puente estropeado por dos filas de casas situadas sobre él. Y una gran plaza decorada con la peor arquitectura que he visto jamás, y maravillosa sólo por estar en un lugar en el que hay más tierra que agua. Tales son los colores que debería utilizar para pintar mi retrato de Venecia. Un retrato por lo general auténticamente cierto; aunque es justo reconocer que quizás debieran atribuir la gran oscuridad del mismo al disgusto que siento por el lugar. Además, aquí nadie entiende el inglés, por lo que toda comunicación con los nativos del lugar está estrictamente prohibida.”

De Roma, en cambio, escribió en sus memorias:

“No puedo olvidar ni expresar la fuerte emoción que agitó mi mente cuando me acerqué, por primera vez, a la Ciudad Eterna. Después de una noche de insomnio caminé, con paso altivo, entre las ruinas del Foro. Cada lugar memorable (donde Rómulo estuvo, o Tulio habló, o César cayó) estaba al alcance de mi vista. ¡Ah!, muchos días perdí (¡o, mejor dicho, disfruté!) antes de que pudiera dedicarme, por fin, a una serena y minuciosa investigación.”

Claro, pues como he dicho al principio, fue en Roma donde Gibbon concibió la idea de escribir una historia de la ciudad, que más tarde decidió extender a una historia del Imperio Romano. Más concretamente:

“Fue en Roma, el 15 de octubre de 1764, mientras me encontraba sentado en medio de las ruinas capitolinas y los frailes de pies descalzos estaban cantando en el templo de Júpiter, donde la idea de escribir acerca de la caída de la Ciudad Eterna llamó a mi imaginación.”

Edward Gibbon vivió entre 1739 y 1794.

lunes, 14 de mayo de 2007

Writings and translations VI: witchcraft

Witches were people who had magical abilities which they used either to hurt somebody or something, or for their own benefit. There are scholars, like Julio Caro Baroja, who distinguish between witches and sorcerers. For these authors, witches developed their activities mainly in rural areas and were the main victims of the witch hunt that took place between 1450 and 1750. Sorcerers, on the other hand well known from classical antiquity, were mainly urban characters. In any case, both witches and sorcerers came, in general, from those who were alienated from society (unlike those who practised learned magic, which achieved a great development during the Renaissance age).

During classical antiquity, it was known already that witches had the ability to turn themselves into animals, to fly during the night, and, to practise magic for their own profit or for the profit of third parties. They were dedicated, mainly, to erotic magic, as is mentioned in the works of Horace, Ovid, Apuleius, Lucan, and others. In Latin, the witches were named “maleficae”, a term which was used during the Middle Ages and for a great part of the Modern Age.

Witchcraft was associated mainly with women. In the Bible, it was a forbidden activity: it is said there that this practise needs to be punished with the death. From the beginnings of Christianity witchcraft was condemned, although the attitude of the Church was not too belligerent during the first half of the Middle Ages. It was in the XIV century when the trials filed by the Inquisition began to appear, and when witches began to be charged with pacts with the Devil. The first trial in which there are documented charges of pacts with the Devil took place in Kilkenny, Ireland, in the years 1324 and 1325. According to scholars, the main characteristics of witches were:

a) Flying on sticks, animals, and fiends or alone but with the help of ointments.
b) Night meetings with the Devil and other witches in what were called Sabbats.
c) Pacts with the Devil.
d) Having sex with fiends.
e) Practising black magic.

The Malleus Maleficarum, by Heinrich Kramer and Jacob Sprenger, was one of the most important books which the Inquisition used during witch hunts, which were especially bloodthirsty between the XVI and XVII centuries, and which caused the death of 60,000 people. In this book it was asserted that not to believe in witches was a crime equivalent crime to heresy:

“Hairesis maxima est opera maleficarum non credere”.


Figura 1: grabado aparecido en el libro titulado Witchcraft (1591), de Peter Binsfield.

martes, 24 de abril de 2007

La fundación de la ciudad de Londres, por Geoffrey de Monmouth

Después de la guerra de Troya Eneas huyó, junto con Ascanius, de la destrucción de su ciudad y juntos navegaron hacia Italia. Allí fue recibido con altos honores por el Rey Latinus, lo que hizo crecer la envidia de Turnus, Rey de Rutuli, quien, sin agotar un instante, entabló contienda de guerra contra él. En la batalla Eneas obtuvo la victoria y, después de matar a Turnus, obtuvo elreino de Italia y con él a Lavinia, la hija de Latinus… Andó el tiempo y ocurrió que su mujer, Lavinia, engendró un hijo varón, y que esta murió durante el parto, y que la criatura fue dada a una niñera. Al niño le llamaron Brutus.

Después de que pasaron quince años, ocurrió un día que el joven Brutus acompañó a su padre a una cacería, y que ese día la fortuna quiso actuar mal con él pues una flecha extraviada por su mano mató, sin él quererlo, a su padre…Tras aquella muerte, estando su familia furiosa en extremo con él, fue expulsado de Italia. Desterrado de este modo dirigió sus pasos hacia Grecia… y al final llegó a una isla llamada Leogecia, que antiguamente había sido arrasada por las incursiones de los piratas, y que estaba por aquel entonces deshabitada. Brutus, no sabiendo nada acerca de aquella isla, desembarcó con trescientos hombres armados para ver quienes eran los que habitaban en ella; pero no vieron a ningún hombre, y mató a varias bestias salvajes de distintas razas que encontraron entre las arboledas y en los bosques, y, al cabo, fue a parar a una cuidad desolada, en la que encontraron un templo dedicado a Diana. Y en él había una estatua de la diosa, que dio respuesta a las preguntas de aquellos que quisieron consultarle. Al final, cargando con los cuerpos de las presas que habían cazado, Brutus y los trescientos hombres volvieron a sus barcos, y explicaron a sus compañeros cosas acerca de aquel país y de aquella ciudad que habían encontrado. Y entonces algunos de los hombres aconsejaron a su jefe que regresara a la ciudad y que, después de haberle ofrecido sacrificios, preguntara a la deidad en qué país les sería permitido encontrar reposo. Todos los demás asintieron a esta propuesta. Así que Brutus, acompañado por Gerion, el que auguraba, y doce de los hombres más ancianos, partió hacia el templo, portando todo lo necesario para los sacrificios. Y habiendo llegado al lugar, y presentándose ante el lugar sagrado con guirnaldas adornando sus sienes, tal y como los ritos antiguos requerían, hicieron tres fuegos en honor a las tres deidades, Júpiter, Mercurio y Diana, y ofrecieron sacrificios a cada una de ellas. Brutus, manteniendo ante el altar de la diosa una vasija consagrada, llena de vino y de la sangre de un ciervo blanco, y con su rostro mirando hacia la imagen, rompió el silencio con estas palabras:

¡Diosa de los bosques, formidable en la persecución
De jabalíes, y de todas las especies salvajes!
¡Despliega tu amplio poder sobre los etéreos caminos,
Y sobre las infernales moradas vacías de luz!
¡Míranos sobre la tierra! Deshaz nuestro destino
Y di ¿qué región es la que el destino ha elegido como nuestro hogar?
¿Dónde erigiremos, en tu honor, templos de vida eterna?
¿Dónde los coros de vírgenes te celebrarán con sus alabanzas?

Aquellas palabras las repitió nueve veces, después de lo cual dio cuatro vueltas alrededor del altar, vertió el vino en el fuego, y se acostó sobre la piel del ciervo, que había desplegado ante el altar, sobre la que durmió. Alrededor de la tercera hora de la noche, en la que es común el sueño profundo, la diosa pareció presentarse ante él, y predijo su futuro como sigue:

¡Brutus! Hay más allá de las fronteras Galas
Una isla a la que rodea el mar del oeste,
Poseída una vez por gigantes; ahora pocos quedan
Que puedan impedir tu entrada, u obstruir tu reinado.
Para arribar a tan, para ti, dichosas costas emplea tus velas;
Allí el destino ha decretado que levantes una segunda Troya,
Y fundes un imperio con tu linaje real.
Un imperio que el tiempo no podrá destruir, ni las fronteras lograrán confinar.

Despertado por la visión, estuvo por algún tiempo dudando de sí mismo, dudando de si lo que había visto había sido un sueño o más bien la aparición real de la diosa prediciendo hacia qué tierra debía encaminarse. Al fin llamó a sus compañeros y les relató en orden la visión que había tenido durante el sueño, ante la cual ellos se regocijaron grandemente. Y entonces todos se urgieron a retornar a sus barcos y, mientras que el viento les fuera favorable, apresurar su viaje hacia el oeste, a la búsqueda de lo que la diosa les había prometido… Brutus se dirigió hacia la flota, y cargándola con las riquezas y los botines que había recogido, se hizo a la vela ayudado por un viento brioso, hacia la isla prometida. Y entonces fue que llegó a la costa de Totness…

La isla era entonces llamada con el nombre de Albión, y no estaba habitada por nadie salvo por unos pocos gigantes. A pesar de esto, la agradable situación de los lugares, la abundancia de los ríos repletos de peces, y la atractiva vista de sus bosques, hizo que Brutus y sus compañeros quisieran fijar en aquella isla su morada. Fue así que atravesaron todas las provincias forzando a los gigantes a huir hacia las cuevas de las montañas. Y al cabo, se dividieron el país entre ellos de acuerdo a las instrucciones de su capitán. Después de esto empezaron a labrar la tierra y a construir casas, de modo que, al poco tiempo, el país pareció como si hubiera sido habitado desde antiguo. Al final Brutus llamó a la isla según su propio nombre, Britania, y a sus compañeros, británicos; pues así fue que de este modo quiso perpetuar la memoria de su nombre. Nombre por el que más tarde la lengua de la nación, que al principio fue llamada Troyana, e incluso lengua griega áspera, fue llamada británica.

Brutus… concibió el proyecto de construir una ciudad. Y con este propósito, viajó a través del país para encontrar una localización adecuada. Y fue llegando al río Támesis y caminando a lo largo de su costa que, al final, apareció un lugar muy adecuado para su propósito. Y en aquel lugar construyó una ciudad, a la que llamó Nueva Troya. Y la ciudad continuó bajo aquel nombre durante largo tiempo, hasta el reinado de su nieto Lud, quien creció en fama por la construcción de ciudades, lo mismo que por reconstruir las murallas de Trinovantum, a la que rodeó también con innumerables torres. Asimismo fue que Lud mandó a los ciudadanos de Nueva Troya que construyeran casas y toda otra clase de estructuras, de modo que ninguna otra ciudad de ningún otro país extranjero situado a una gran distancia a la redonda pudiera exhibir palacios más bellos. Fue Lud, además, un hombre belicoso y magnífico en sus fiestas y entretenimientos públicos. Y aunque tenía muchas otras ciudades, aún amaba a Nueva Troya por encima de todas, y residió en ella la mayor parte del tiempo. Y fue por esto por lo que Nueva Troya fue más tarde llamada Kaerlud. Y fue con el paso del tiempo y por la corrupción de las palabras, que la llamaron Caerlondon. Y fue, al cabo, por el azar de las lenguas, que la llamaron Londres.

Al final, cuando Lud murió, su cuerpo fue enterrado junto a la puerta que hasta estos días ha sido llamada en honor a su nombre…


Figura 1: Ludgate Circus, London, cerca de 1880.