miércoles, 9 de mayo de 2007

In the end

Las 18 canciones de la banda sonora de Shortbus, la última película de John Cameron Mitchell, son emocionantes. Pero la más emocionante de todas ellas es la que aparece en la última escena de la película. La canción se titula In the End, y está compuesta por Scott Matthew. Y es, seguro, un himno para todo aquel al que le ha gustado la película.

A mí me da que sin esta canción la película hubiera dejado un sabor de boca muy diferente al que, con ella, deja en quien la ha visto. Me da que sin la canción la película hubiera sido más la crónica de la crisis que sufre una pareja de homosexuales cuando lo cotidiano y lo soso invade sus vidas y la relación que mantienen, que lo que realmente acaba siendo al final: otra crónica, pero en este caso más bien la de una generación perdida y entristecida por lo superficial, por lo impersonal y por lo inmediato. Por eso opino que en Shortbus, In the End es una canción necesaria. De la misma manera que también lo son las canciones que aparecen en las películas de Sofia Coppola, o las que compuso Bob Dylan para Pat Garrett and Billy the Kid, la película de Sam Peckinpah que narra el crepúsculo de la amistad entre los forajidos Pat Garrett y Billy el niño.

Cuando en Shortbus suena In the End, las piezas que componen el árido rompecabezas que es la película se van encajando. Y entonces lo que podía haber sido un conjunto de escenas desangeladas y, quizás, sin demasiado sentido acaba siendo un cuadro impresionante y melancólico sobre la visión que una generación de jóvenes, en los que el director ha querido resumir una buena parte de nuestra sociedad, tiene sobre la vida. Sobre su vida y sobre el sentido que hay en todo lo que hacen y en todo lo que les rodea. Suena In the End y entonces se entiende que nada de lo que ha sucedido durante la película, aunque duro, ha sido en vano.

Sí, al final de la película suena, triste, In the End. Y mientras lo hace, de repente surge el redoble de un tambor. Y a este redoble se le suman las notas alegres de una trompeta. Y aparece, desfilando y jocosa, la Hungry March Band. Y entonces todos los personajes que han aparecido durante la película cantan, o más bien gritan, con la alegría amarga del que ríe sabiéndose hondo en la desesperanza en la que se ha convertido su vida, el estribillo de la canción:

And as your last breath begin
you find your demon's your best friend
and we all get it in
the end.

Cantan como si, aún sin saberlo del todo, estuvieran pensando: "la vida pasa, el tiempo huye, pero, ay, el recuerdo de lo pasado aún permanece; no hace mucho era joven e inocente y ahora me doy cuenta de que, casi sin enterarme, me he convertido en un mayor resabido, en un sabio de la amargura y en un asiduo a la resignación provocada por lo que, aún habiendo suspirado por ello, no he conseguido; por culpa de la tristeza me brotan las lágrimas pero, qué coño, al menos riamos todos juntos; aún llorando, sí, por favor, riamos todos juntos".

Mi amigo Toni, que además de profeta de lo bizarro es muy listo, dice que en la película hay una frase dicha por no sé quien, que resume todo esto que digo: "Esto es como en los 60, pero sin esperanza". Sin esperanza, tú.

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