sábado, 7 de julio de 2007

Superman y los otros III: Sansón, Aquiles y Sigfrido

La película Unbreakable (traducida al español como El protegido), dirigida por Night Shyamalan y estrenada en el 2000, postula la teoría de que aquello que atañe a lo profundo y a lo simbólico en el hombre no ha cambiado desde las viejas edades. En el principio los poetas de los tiempos antiguos crearon mitos con los que simbolizaron la lucha más profunda y más primaria: la lucha entre Bien y el Mal. Hoy esa contienda continúa. Y lo mismo que los poetas de los tiempos antiguos, hoy los poetas de los tiempos nuevos continúan simbolizándola. Porque en lo hondo, en lo más primordial, el corazón del hombre continúa siendo el mismo.

¿Qué hay en un héroe que lo hace cercano a los hombres? ¿Qué hay en él que lo convierte en un referente al que imitar? A los dioses se les adora, se les teme, se les honra mediante el sacrificio para que la sonrisa que dirigen hacia nosotros no se torne en ira y plagas. Pero la grandeza fría e irascible de los dioses los aleja del corazón del hombre, y tornándolos pálidos y borrosos a su visión. El hombre no es capaz de amar lo lejano: ama a quien puede tocar y a quien es como él; y ama, también, a quien puede considerar como un referente al que intentar imitar. Un dios, por lejano y por inimitable, no podrá ser nunca amado. Lo mismo que tampoco podrá ser el referente de ningún hombre. Pero, ¿qué pasa con los héroes?

Si Superman no se acabara ante la presencia de kriptonita, entonces sería indestructible. Dejaría de ser vulnerable y eso le convertiría en un dios. Y al hacerlo, se alejaría de nosotros: los niños no se disfrazarían como él, las mujeres no caerían rendidas de amor a sus pies. Pues, ¿qué niño quiere disfrazarse como Zeus? O ¿qué mujer querría tener como amante a Poseidón? O ¿quién, en definitiva, quiere ser, o tener al lado, como amante, a un dios? Pero no es un dios: Superman es vulnerable. Entonces, ¿es esta vulnerabilidad la cualidad que ha de poseer un héroe para acercarse a los hombres?

En el libro de los Jueces, del Antiguo Testamento, se habla de la historia de Sansón. Nacido en Zora durante el siglo XI a.C., un ángel se le apareció a su madre, la estéril mujer de Manoa, de la tribu de Dan, estando embarazada y le proclamó que no debía beber bebidas alcohólicas ni comer comidas impuras pues de su seno nacería el que había de liberar a los israelitas de los opresores filisteos. Sansón, después de nacer, se consagró enteramente a Dios. Y como símbolo y recuerdo de esa consagración, que le haría invulnerable y, por lo tanto, el salvador del pueblo de Israel, había de renunciar a cortarse el pelo. Pero andó el tiempo y resultó que Sansón se enamoró de Dalila y que esta, a cambio de plata filistea, vendió a su enamorado desvelando el secreto de su fuerza. Así, sus enemigos le cortaron el pelo, por lo que Dios entendió que se había roto el pacto y entonces le borró la fuerza. Los filisteos, no le mataron pero le vaciaron las cuencas de los ojos y le hicieron esclavo y moledor de grano. Sansón, héroe, fue vulnerable.

En La Aquileida, poema escrito por Estacio en el siglo I e inspirado por las antiguas leyendas griegas en torno al heroico Aquiles, se dice que Tetis, su madre ninfa, le bañó en el río Estigia, que delimitaba la frontera del mundo de los vivos con el mundo de los muertos, para hacerle inmortal. Pero ocurrió que Tetis olvidó sumergir en el río el talón por el que sujetaba a su hijo cuando hacía lo propio con el resto del cuerpo. Por ese lugar Aquiles recibió a la muerte. Aquiles, héroe, fue vulnerable.

El Cantar de los Nibelungos, basada en una obra anterior titulada La Saga Volsunga o Saga de los Volsungos, es un poema medieval anónimo escrito en el siglo XIII que narra las gestas de Sigfrido (llamado Sigurd en La Saga Volsunga). Sigfrido, después de matar al custodio del tesoro de los Nibelungos, el horroroso dragón Fafner, se bañó con su sangre pues era fama que eso podía convertir en invulnerable a quien lo hiciera. Pero la mala fortuna hizo que mientras se bañaba una hoja de tilo se le pegara en la espalda a la altura del corazón. Y que, por lo tanto, ese lugar no fuera bañado por la sangre del dragón. Por ese lugar Sansón recibió a la muerte. Sigfrido, héroe, fue vulnerable.

Sansón, Aquiles, Sigfrido, Supermán… y hasta, en cierto modo, Jesucristo. Fueron héroes en el tiempo de los hombres antiguos, y lo son todavía en nuestro tiempo. Todos ellos tienen un denominador común: su vulnerabilidad a las artimañas del enemigo y de lo malo. Y es por esta vulnerabilidad que todos ellos son modelos a los que mirar. Por su valentía, por su hombría, por su honradez, por su energía. Por mirar de frente al horror. Por ser, en definitiva, lo que todos quisiéramos ser.

¿Os acordáis cuando en Unbreakable Joseph Dunn (Spencer Treat Clark), el hijo de David Dunn (Bruce Willis), mira alucinadísimo a su padre cuando este empieza a añadir pesos y más pesos en la barra de halterofilia con la que se entrena para demostrar a su hijo y a él mismo que su fuerza es colosal y que realmente es un superhéroe? A mí me da que en ese momento lo que el niño piensa, vencido por la admiración, la reverencia y el amor de hijo, debe ser algo parecido a: mi padre, al que el tiempo envejece y que un día morirá, es un superhéroe; yo quiero ser como él. ¿No?

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