martes, 3 de julio de 2007

A Pablo le gusta Walt Whitman

Pues sí, a mi amigo Pablo le gusta mucho el poeta norteamericano Whalt Witman (1819-1892). Tanto es así que durante una de sus últimas estancias en Estados Unidos (mi amigo Pablo, a causa de ese tipo de circunstancias que la fortuna maneja y que le ajetrean a uno la vida, se ha convertido en un turista infatigable del Nuevo Mundo), concretamente durante su estancia en Ithaca (Nueva York), población ubicada en la región de los Finger Lakes, decidió enviarme una postal en forma de díptico en la aparece, en la cara de delante, una foto del poeta y, en la de atrás, los versos que ahora mismo os voy a copiar (estos versos, que forman parte de un poema titulado Song of Myself, aparecieron en un libro que fue publicado en 1855 y que llevó por título: Leaves of Grass). Dicen así:

I have said that the soul is not more than the body,
And I have said that the body is not more than the soul,
And nothing, not God, is greater to one than one's self is,
And whoever walks a furlong without sympathy walks to his own
funeral drest in his shroud,
And I or you pocketless of a dime may purchase the pick of the
earth,
And to glance with an eye or show a bean in its pod confounds the
learning of all times,
And there is no trade or employment but the young man following it
may become a hero,
And there is no object so soft but it makes a hub for the wheel'd
universe,
And I say to any man or woman, Let your soul stand cool and composed
before a million universes.

Si buscáis en las bibliotecas (o en Internet que ya es casi la biblioteca de las bibliotecas) información sobre la vida y la obra de Walt Whitman encontraréis muchísimos apuntes sobre su biografía, lo mismo que muchísimos ensayos que estudian su obra y su pensamiento de manera lenta, sesuda y fidelísima. Pero hoy ignoraré todo ese pasto espeso, y de digestión pesada, del que se alimentan las viejas vacas académicas. Hoy prefiero copiaros, sin su permiso, algunas de las frases que Pablo escribió en la postal que me envió desde Ithaca. Más frescas, más desde dentro, más sinceras que muchas de las opiniones que muchos de los críticos publican, estas frases son, por su dulzura, miel para el pensamiento y motor de lectura.

Dice Pablo, casi al principio de su escrito, que me envía una postal: “[…] del mítico y admiradísimo por mí: el abuelo Walt Whitman, el gran poeta americano.” Ah: bomba para el espíritu. Porque llamar a Whitman en una misma frase “el abuelo” y “el gran poeta americano” no me negaréis que es la mar de evocador, ¿eh? Como si uno de los apelativos enriqueciera al otro y el otro al uno, y así sucesivamente. Porque se puede ser un gran poeta, pero si además se es abuelo (y, siguiendo a Pablo, cuando me refiero al término “abuelo” y a su significación, no me estoy refieriendo únicamente a su sentido literal), entonces además de poeta eres sabiduría; y, claro, la veneración de los demás. Y, de la misma manera, se puede ser un buen abuelo, pero si además de bueno se es poeta entonces este abuelo se convierte por arte de verso en la imaginación y la fantasía de quien le rodea. ¿No? La verdad es que yo todo esto sólo lo había pensado de Tolkien, pero nunca se me había ocurrido pensarlo de Withman. Ah, insisto: bomba para el espíritu. Además, fijaos en la foto, fijaos: si no se le llamara abuelo bien se le podría ocurrir a alguien que este Whitman fue un simple pordiosero o, qué sé yo, uno de los muchos pioneros que buscó fortuna en el Oeste americano.

Y dice luego: “El poema que acompaña a la postal es de un positivismo realmente grande.” Ah: segunda bomba. Porque, ¿qué me decís de esta afirmación, qué me decís? Lo que yo os digo es que a mí me da que Pablo, con sus frases, modifica el pensamiento de quien le lee. O, al menos, modifica el mío, os lo aseguro. Yo había leído el poema antes de leer su frase; y lo había leído de otra manera. Me habían crecido en el pensamiento ideas muy diferentes a las que, después de leer su frase, he acabado pensando. Pablo ha escrito esta frase y, ¡pum!, el poema, para mí, se ha desdoblado y ha cambiado por completo. Y ha cambiado para mí, claro, el trocito de mundo al que afecta el poema. Oh: "positivismo realmente grande."

Hay escritores y poetas que abundan en expresiones, o en frases, o en versos que enriquecen el mundo y la vida de quien los lee. Es fama que Jorge Luís Borges era uno de ellos. Y que también lo era Henry James. Pero ante estos ya estamos precavidos. Y así, sus obras las leemos lentos y bien agarrados a la mesa, o a la silla, o al libro; para no perder contacto con la realidad; para que el mundo no se ausente demasiado. Pero a veces ocurre que, de manera imprevista, una de estas expresiones, frases o versos se cuela sin avisar por las rendijas que la conciencia, al suponer que no hay peligro, deja sin tapar. Y entonces: ¡pum!, el mundo cambia y todo es nuevo.

Por lo que él escribe y por el poema que en ella hay escrito, Pablo y su bonita postal han alterado, ¡y enriquecido!, la percepción que, de la porción del mundo a la que afecta el poema, yo tenía. Pablo ha sido, al menos par mí, al menos durante esta tarde, poeta.

Walt Withman pasó largas temporadas en la región de los Finger Lakes.

lunes, 2 de julio de 2007

Heracles, Hercle, Hercules

Heracles, como la mayoría de dioses, semidioses y héroes griegos, tuvo su equivalente romano: Hercules. Este nombre latino, Hercules, no deriva directamente del nombre griego, Heracles, sino que es una modificación del nombre etrusco Hercle, que a su vez es una modificación sincopada (es decir, a partir de la pérdida de uno a más sonidos en el interior de una palabra) del nombre griego original.

En las representaciónes de grabados, mosaicos y estatuas, los artistas de Roma se inspiraron más en el Hercle etrusco que en el Heracles griego. En cambio, los escritores romanos prefierieron mirar al Heracles griego, del que copiaron casi todos sus atributos, y al que le añadieron vinculaciones geográficas más estrechamente relacionadas con la zona oeste del Mediterráneo, y que el héroe griego original no tenía.

domingo, 1 de julio de 2007

Superman y los otros II: Heracles

Superman es, por su fuerza colosal y sobrehumana, un par del Heracles griego.

Heracles fue un héroe de carácter divino, pues fue el hijo del dios Zeus (hijo de Cronos y de Rhea, fue el dios de los cielos y del trueno, el soberano del monte Olimpo y el más grande de todos los dioses griegos) y de la mortal Alcmene (hija de Electryon, rey de Micenas e hijo de Perseo y de Andrómeda, y de Anaxo, hermana de Amphitryon). Luchó contra los dioses y los espíritus que habitaban el inframundo griego y contra las fuerzas y los seres malignos de otros tiempos (entre los que se encuentran Gerión, el monstruo gigante alado de seis brazos y tres cabezas, Cerbero, el perro de tres cabezas guardián de la puerta de Hades, la reina amazona Hipólita, y la Hidra de Lerna, el monstruo acuático y horroroso con forma de serpiente multicéfala y aliento venenoso) y, además, por haber salido victorioso de ello, fue considerado como el benefactor y protector de la humanidad: dejó el mundo listo, y a salvo de peligros, para que pudiera ser habitado por el Hombre. Heracles se caracterizó por su fuerza, por su coraje y por su ingenuidad, lo mismo que por su capacidad sexual tanto con las mujeres como con los hombres.

Superman se caracteriza casi por los mismos atributos por los que se caracteriza Heracles. Hablo, por supuesto, del Superman visible y no del Superman escondido detrás del disfraz llamado Clark Kent (porque, claro, si pensamos en Clark Kent entonces pensamos en alguien que, por su comportamiento y por manera de ser, es totalmente simétrico a Heracles y, de hecho, a la mayoría de los héroes y de los superhéroes al uso). Y digo que casi se caracteriza por los mimos atributos porque hay una diferencia: la que se refiere a la capacidad sexual. Superman no usa las maneras promiscuas que, en cambio, sí usó Heracles.

Las maneras promiscuas de Heracles fueron vastas y, en muchas ocasiones, fructíferas.

Heracles tuvo numerosísimas amantes, con las que tuvo numerosísimos hijos. Estos fueron conocidos, en conjunto, como los heraclidas, de los que muchos de los caudillos de la antigua Grecia, para prestigiar su dinastía, se consideraban descendientes. Y, además, tuvo tres mujeres. La primera fue Mégara, con la que tuvo varios hijos, a los que asesinó junto con su mujer en un ataque de locura provocado por Hera, la mujer de su padre, Zeus; este fue el motivo por el que la sibila del oráculo de Delfos le obligó a purgar la culpa por lo que había hecho realizando sus famosísimos doce trabajos. La segunda fue Ónfale, hija de Iardanos, y esposa de Tmolos, rey de Lidia, reino situado en Asia Menor; Heracles, según una de las múltiples versiones que narran la historia de los encuentros que tuvo con Ónfale, se queda prendado de ella al visitarla en su palacio real durante uno de los viajes que tuvo que realizar para cumplir los doce trabajos que le habían sido asignados; posteriormente se casó con ella, y tuvo como descendiente a Agesilas. Y la tercera fue Deyanira, hija de Altea y Oineo, rey de Calidón; aunque su padre la prometió en matrimonio al horroroso dios Aqueloo, el dios más antiguo y poderoso de Grecia y señor del río del mismo nombre, Heracles luchó con él por la mano de Deyanira, y le derrotó; fue Deyanira quien, engañada por el centauro Neso (que había intentado violarla y a quien Heracles asesinó con una flecha envenenada), mató a Heracles sin quererlo: untó en la túnica de Heracles la sangre del corazón del centauro creyendo, por lo que antes de morir le había dicho este, que de este modo podría recuperar el amor de su marido, al que sospechaba en brazos de Iole, la hija de Eurytus; pero la sangre del corazón del centauro quemó, hasta casi la muerte, la piel de Heracles a lo que este, agonizando por el dolor de las quemaduras, decidió quitarse la vida en una pira; Deyanira, al darse cuenta de su error, eligió el suicidio y se ahorcó.

Y tuvo, también, numerosísimos amantes masculinos. Entre ellos merece la pena rememorar a tres. El primero, Adonis, fue un dios de origen fenicio y caracterizado por ser eternamente joven, cosa que simbolizaba la muerte y la renovación anual de la vegetación. El segundo, Filoctetes, fue a quien Hércules entregó su arco y sus flechas. Y el tercero, Néstor, fue el mítico rey de Pilos y uno de los argonautas, antes de que se convirtiera en uno de los personajes principales de La Ilíada y de La Odisea.

Pero Superman no hizo, ni quiso hacer, lo mismo que Heracles. Superman optó por entregar su amor a una sola mujer: Lois Lane, la periodista del Daily Planet. Porque Superman, tal y como apuntaba el domingo pasado, es un héroe crístico. Y, por lo tanto, ha de ser necesariamente un héroe monógamo. Porque, ¿os imagináis que, después de bajar de un árbol el gatito de un niña llorona, después de atrapar a un ladrón que escala edificios de vidrio con ventosas en las manos y en las rodillas, después de evitar que a una viejecita le roben el bolso unos carteristas con barba de tres días, imagináis, repito, que después de todo esto Superman se fuera a tomar unas copas a un bar en el que hubieran mucho humo y muchas chicas en bikini o, peor, en topless? Uy, uy, uy, eso sería muy raro e iría a la contra de lo todos esperamos de él, ¿no? Porque yo no sé vosotros, pero yo de Superman lo que espero es seriedad, circunspección, casi celibato y muchísima bondad y preocupación por el mundo. Casi lo mismo que espero de un monje conventual, vamos. Y, esperando todo esto, ver a Superman en un bar con humo y chicas, sabiéndolo enamorado de Lois Lane, sería, para el espectador y para mí, el descubrimiento de un doblez en su personalidad que iría a la contra con su manera de ser y de actuar en el mundo. Sería la prueba de que Superman nos ha estado engañando todo el tiempo, y de que no está a favor de todo lo que es bueno en el mundo. Quizás le convertiría en un héroe más parecido a los que había en el mundo antiguo, con sus debilidades y sus penas. Un héroe más parecido a Heracles. Pero dejaría de ser, definitivamente, el héroe popular e icónico que ha sido durante el siglo XX. Y, sobre todo, dejaría de ser ese héroe que se parece tanto a Cristo y que, precisamente por este motivo, gusta tanto a los hombres y mujeres de bien.

A mi madre un Superman así no le gustaría. Le parecería repulsivo.

sábado, 30 de junio de 2007

Superman y los otros: Gilgamesh

Superman, además de ser la figura crística y mesiánica de la que hablaba el domingo pasado, copia las características y las bondades de algunos mitos, héroes y dioses del mundo antiguo. Por ejemplo, copia las características y las bondades de Gilgamesh: igual que el Gilgamesh sumerio, Superman es, en parte, un inmortal (y, por lo tanto, similar a un dios) y, en parte, un mortal (y, por lo tanto, similar a un humano).

El Gilgamesh sumerio fue el quinto rey de Uruk, ciudad que estuvo situada al este de lo que hoy es la cuenca del río Eufrates, que fue primero la antigua capital de Sumeria y después la de Babilonia. Nacido, en algún momento situado entre el año 2700 antes de Cristo y el año 2600 antes de Cristo, de Lugalbanda, el tercer rey de Uruk, y, según la épica que se narra en el Poema de Gilgamesh, de la diosa Ninsun, fue descrito como un personaje cuya condición conjugó, a la vez, dos condiciones dispares: la de dios, por una parte, y la de hombre, por otra. Pues se dijo de Gilgamesh que fue dos terceras partes de dios y una tercera parte hombre. Entonces, así fue que, por esta condición divina, fue considerado en lo antiguo como alguien superior a los hombres; fue, en definitiva, uno de los primeros personajes con carácter de superhombre que aparece en la historia. A Gilgamesh se le trató como un semidiós y, además, es fama que fue conocido por su extraordinaria fuerza. Por debajo de lo divino, y si hablamos más prosaicamente, también fue rememorado por haber construido una gran muralla en torno a la ciudad que regentaba, para defendiera a sus habitantes de las amenazas de los enemigos exteriores.

El poema titulado Poema de Gilgamesh narra la relación entre Gilgamesh y su amigo Enkidu, con quien emprende peligrosas búsquedas y aventuras. Las aventuras que los dos corren para matar al gigante Humbaba, el descenso a los infiernos y la relaciónes que en el poema aparecen entre dioses y semidioses, hacen de él un claro antecedente de los poemas helenísticos. Muchos de sus estudiosos consideran que el tema central del poema es la inmortalidad y la relación que esta guarda con la mortalidad, ya que está centrado en los sentimientos de pérdida y de dolor que experimenta Gilgamesh tras la muerte de su amigo Enkido.

El poema se escribió sobre tabillas de arcilla y se utilizó para ello escritura cuneiforme. En una de las tablillas en las que está escrito en poema hay una narración que anticipa el episodio del Diluvio universal que aparece en La Biblia.

En la columna I de la tablilla X aparecen los siguientes versos:

¿A dónde vas, Gilgamesh?
La vida que tú buscas
Nunca la encontrarás.

En eso basó su vida Gilgamesh: en la búsqueda. En la búsqueda incesable. En la búsqueda constante del significado de lo que es la vida, de lo que es la muerte y de lo que es el destino. Y en la búsqueda del sentido que, sabiendo que hay muerte, dolor y olvido, esta tiene. Estos versos dichos a Gigamesh, y leídos a la manera de los coros de las tragedias griegas posteriores, son, no lo negaréis, estremecedores.

viernes, 29 de junio de 2007

Watchmen III: Los Crimebusters II: Doctor Manhattan, segundo Espectro de Seda y segundo Búho Nocturno

Y hoy, por fin, los tres últimos componentes de Los Crimebusters.

El Doctor Manhattan fue un científico que, después de tener un terrible accidente en un laboratorio en el que él trabajaba, y en el que se jugaba con la esencia del material con el que está compuesto el Cosmos, se convirtió en un ser que, aunque su morfología indicara que algo tenía que ver con el hombre, en el fondo no era humano. El verdadero nombre del Doctor Manhattan fue Jon Osterman, y fue el único personaje de la serie Watchmen que tuvo poderes que estuvieron más allá de las posibilidades del hombre común (salvo si consideramos, quizás, a aquellos personajes de los que se insinúa que tienen habilidades psíquicas). A lo largo de la serie fue abstrayéndose del hombre, y fue aumentando su indiferencia hacia todo lo que es humano y hacia toda la humanidad en general. Y, andando el tiempo, fue, además, renegando de cualquier interés que pudiera haber tenido anteriormente por los asuntos de los hombres, rechazando a su vez toda noción que tuviera algo que ver con la moral y la ética humana (por ejemplo, y hablando de algo en lo hondo muy trivial, decidió que había de dejar de vestirse). Una de las habilidades que tuvo fue la de poder ver el mundo desde fuera del tiempo que rige para los hombres y para el cosmos en general. Esto, al poder ver de un sólo vistazo toda la historia o dos momentos de la historia distanciados en el tiempo, fue lo que le orientó hacia el determinismo (posición filosófica para la cual todo evento -incluyendo el conocimiento y el comportamiento humano-, toda decisión y toda acción, está causalmente determinada por una cadena ininterrumpida de sucesos anteriores; hay, en cada instante, exactamente un único futuro físicamente posible). Poco a poco, y conforme fue avanzando la serie, se fue identificando al Doctor Manhattan como una figura de carácter cuasidivino o divino: después de morir y resucitar, Osterman ganó una especie de conocimiento omnisciente y de unos poderes casi omnipotentes: proféticamente, en su escena final caminó sobre el agua y se marchó a algún lugar desconocido con el objetivo de crear, a la manera de los dioses de las tradiciones antiguas, vida humana. Pero aun teniendo poderes divinos, la verdad es que en cierto sentido también tuvo tantos defectos y fue tan humano como el resto de los humanos. Especialmente difíciles fueron las relaciones que mantuvo con los que le rodearon, pues El Doctor Manhattan personificó y mantuvo un concepto con el que, aunque filosóficamente nada novedoso, se hace dificil convivir: el que postula que el intelecto está por encima de las emociones. Por su actitud distante y por su filosofía algo nihilista, fue vilipendiado por muchos de los personajes de la serie. Pero en lo hondo fue un incomprendido, pues sus acciones estuvieron mucho más allá del bien y del mal, y por lo tanto más allá de lo juzgable por los hombres. En este sentido, el Doctor Manhattan representó a algo parecido al superhombre nietzscheniano; en contraposición a, quizás, lo que representó Rorschach, cuyas acciones estuvieron completamente definidas por los conceptos conocidos de bien y mal.

El segundo Espectro de Seda fue un héroe (o más bien una heroina) a regañadientes. De nombre Laurel (Laurie) Juspeczyk, fue presionada por su madre, el primer Espectro de Seda (una exitosa luchadora contra el crimen antes del nacimiento de Laurie), para que se convirtiera, lo mismo que ella en el pasado, en otra luchadora contra el crimen. Empezó una relación amorosa con el Doctor Manhattan, aunque a lo largo de la serie fue sintiéndose cada vez más a disgusto con la indiferencia que Osterman mostraba hacia la humanidad y hacia ella. Por este motivo Laurie y Manhattan acabaron separándose, hecho que hizo que él abandonara la Tierra. Laurie jugó un papel primordial cuando hubo que hacer entender al Doctor Manhattan que el valor de la vida humana no era un valor trivial, ni tampoco un valor con el que se pudiera jugar inconscientemente. También estuvo relacionada amorosamente con Dan Dreiberg, el segundo Búho Nocturno.

El segundo Búho Nocturno, cuyo verdadero nombre, como decía antes, fue Dan Dreiberg, manifestó un fuerte interés por la ornitología, lo que hizo explícito en alguno de sus inventos, al relacionarlos de un modo u otro con algo que tuviera que ver con las aves. Algo solitario, se le separó de sus padres desde muy pequeño, y luchó durante toda su vida por encontrarle un propósito y un sentido a esta. Y fue esta lucha lo que hizo atractiva, para él, la idea de convertirse en un luchador enmascarado que combatiera el crimen. Dreiberg admitió admirar las proezas del primer Búho Nocturno. Y admitió lo mismo estar influido de manera algo pueril por dos conceptos a los que trataba de un modo infantil: el de nobleza y el de aventura. Sin embargo, no tuvo un propósito firme en sus actuaciones -como, en cambio, sí lo tuvo Rorschach- por lo que fue bastante dependiente de los demás, confiando a menudo en que los otros le dijeran lo que hacer antes que en seguir sus propios deseos y propósitos. Dreiberg fue, de todos los héroes enmascarados que lucharon contra el mal, el que más representó al hombre de la calle; el que más representó a ese ser pragmático, a ese ser conducido por el ir y venir de los valores éticos, que es el hombre. Fue el que más representó a ese buscador del bien definitivo y abstracto, aunque desconocedor de cómo encontrarlo; a ese ser absurdo y desapegado de los grandes conceptos, aunque dispuesto a comprometerse hasta lo hondo en las batallas más concretas y definidas. La persecución que Dreiberg llevó a cabo contra el crimen reflejó claramente la ineficacia, o la inadecuación, de los héroes enmascarados que poblaron las calles de su mundo: se gastó inmensas cantidades de dinero en la financiación de la fabricación de vehículos y de ropa especializada (ropa preparada para la lucha en la guerra antimisiles, o contra las temperaturas bajo cero, o para potenciar la invisibilidad contra los radares, o para, en fin, un sinfín de cosas más) para, en definitiva, luchar contra los maleantes comunes y chuscos, a los que él llamaba, de manera despectiva, puteros y carteristas. El amor, como para la mayoría de los héroes enmascarados, no faltó en su vida: el suyo, representado por el amorío que vivió con Laurie Juspeczyk, el segundo Espectro de Seda.

Y con la descripción de los caracteres básicos de estos tres héroes pongo fin a la revisión, un tanto exhaustiva (pensarán algunos), un tanto esquemática (pensarán otros), de los protagonistas de la serie Watchmen. En lo sucesivo, quizás, continuaré hablando de la serie de cómics. Es un buen momento para hacerlo: se cumplen veinte años desde que se publicó su primera edición y, además, crece la furia popular por los superhéroes. Culpa, claro, de la serie Heroes. Por cierto, un buen amigo me dijo no hace demasiado que existe una cierta similaritud entre las intenciones de Ozymandias y las de Linderman. Pensé: "ay, qué tontería." Pero después lo repensé y concluí que, vaya, quizás no sea una idea tan descabellada. ¿No?

jueves, 28 de junio de 2007

Watchmen II: Los Crimebusters I: El Comediante, Rorschach y Ozymandias

Hoy, tal y como dije ayer, los tres primeros de Los Crimebusters (Los Cazadores de criminales).

Los componentes de Los Crimebusters forman el reparto principal de los personajes que aparecen en la serie Watchmen, y fueron un intento fallido del Capitán Metrópolis de formar, en 1966, un grupo de vigilantes enmascarados heredero de Los Minutemen. En este nuevo grupo de vigilantes, Los Crimebusters, estuvieron: The Comedian (El Comediante), Rorschach (Rorschach), Ozymandias (Ozymandias), Doctor Manhattan (Doctor Manhattan), el segundo Silk Spectre (el segundo Espectro de Seda) y el segundo Nite Owl (el segundo Búho Nocturno).

Hoy hablaré de los tres primeros: The Comedian, Rorschach y Ozymandias. Mañana, haré lo propio respecto a los tres últimos.

Así que, vamos a por los tres primeros.

El Comediante, cuyo auténtico nombre fue Edward Blake, fue el único miembro de Los Crimebusters que también estuvo afiliado a Los Minutemen, a excepción del Capitán Metrópolis. Tuvo una actitud cínica y nihilista sobre la vida y creyó que la mayoría de individuos son incapaces de afectar ni un ápice a la realidad geopolítica del mundo que les rodea. Lo motivaba a El Comediante eran sus propios deseos: era, pues, un egoísta. Fue una persona más bien autónoma, poniéndose del lado de los otros únicamente si los motivos de estos otros eran similares a los suyos. Con una personalidad que en ocasiones rozaba el sadismo, a menudo se vio envuelto en actividades violentas, y se convirtió en un agente del Gobierno durante la Guerra de Vietnam. Casi al final de aquella guerra, una mujer vietnamita a la que había dejado embarazada le atacó, irada y despechada, después de que El Comediante le dejara claro que no la iba a llevar consigo cuando regresara a los Estados Unidos; con una botella rota le rajó severamente la cara, desfigurándolo horriblemente y para siempre. La venganza de El Comediante fue instantánea: la asesinó acto seguido de un disparo a bocajarro; asesinando también de este modo, claro, al hijo que la vietnamita llevaba en su seno. Intentó violar al primer Espectro de Seda, aunque Justicia Enmascarada apareció de manera providencial y logró evitarlo, propinándole una buena paliza (se dijo que fue El Comediante quien posteriormente, en veganza por aquella paliza y por haberse inmiscuido en el intento de violación, asesinó a Justicia Enmascarada). No obstante, El Comediante y el primer Espectro de Seda tuvieron más adelante un breve encuentro amoroso del que nació el segundo Espectro de Seda. Aunque sus acciones fueron abruptas y tuvo una personalidad cruel, El Comediante actuó en ocasiones de un modo que le dibujaba no sólo como una persona de carácter absolutamente egoísta sino también como una persona preocupada por el bienestar de la mayoría: la violencia bestial que demostró en sus actuaciones durante la Guerra del Vietnam la creyó justificada al estar trabajando para su Gobierno, y para la totalidad de su país: los Estados Unidos.

Rorschach fue una persona de moral absolutista (corriente filosófica que opina que ciertas acciones pueden ser juzgadas como correctas o erróneas independientemente del contexto en el que se han subscrito; de acuerdo con esto, la moral es inherente a las Leyes del Universo, o a la naturaleza del Hombre, o a la voluntad o el carácter de Dios, o a alguna otra fuente fundamental, considerando que las acciones son, inherentemente, morales o inmorales). Y fue inflexible en extremo en la respuesta que quiso dar al mal: consideró que éste debe ser castigado, cueste lo que cueste. Sin embargo, y en cierta manera paradójicamente, aseguró que no hay intenciones ni hay moral absoluta que sean impuestas por algo que exista más allá de la mente y la conciencia de los individuos. Su firme oposición al crimen fue igualada por su falta total de empatía por los criminales, a quienes trataba como seres despreciables y ahumanos. Su desprecio por la Ley (de la que pensaba, además, que no era ni válida ni suficiente para combatir el crimen), la Justicia, el Gobierno y la policía fue lo que le impulsó a convertirse en vigilante enmascarado. Mostró poca reverencia por las leyes morales “convencionales”, llegando a tomar medidas drásticas y meridianas para intentar conseguir sus objetivos: la tortura e incluso la ejecución de criminales fueron herramientas que, en ocasiones, consideró. Determinado a no tomarse la vida como si fuera un mero espectador, la existencia del crimen le convierte, lo mismo que a Batman, en un cruzado radical contra el crimen. Tuvo un comportamiento muy extraño en cuanto al sexo, disgustándole tanto los comportamientos homosexuales como la visión, aunque fuera de manera velada o disimulada, de cualquier silueta femenina. Por esto último, no soportó ningún tipo de vestuario que pudiera remarcarla, y por eso le disgustó profundamente el provocativo atuendo del segundo Espectro de Seda.

Ozymandias fue, en lo aparente, el mejor miembro de los componentes de Watchmen. Aun así fue un elitista intelectual que creyó en el utilitarismo (que postulaba que el valor moral de una acción es determinado, únicamente, por su contribución a la utilidad global) y que deseó asesinar a millones de personas inocentes en el intento de preservar la vida de billones de ellas. Como Rorschach, se creyó exento de las normas que rigen el comportamiento de los normales y poniéndose a sí mismo más allá de lo que es la experiencia humana habitual. Tanto su comportamiento como la imagen que tenía de sí mismo apuntan a una personalidad megalomaníaca, mientras que su ciega admiración por Alejandro Magno le dejó en lo hondo del alma el poso de algo parecido a un resentimiento consigo mismo. Ni con su filantropía, ni con sus inventos, ni con sus enormes y multimillonarias aventuras empresariales pudo acabar de expresar, ni de materializar, sus ansias de grandeza. Quiso ser un héroe a la manera de los antiguos, a la manera de Alejandro Magno, pero no pudo. Esto hizo que tuviera, en lo aparente, una cierta indiferencia, que algunas ocasiones rozó la crueldad, por las vidas de la gente ordinaria. Si el Doctor Manhattan pudo ser visto como Dios, Ozymandias, entonces, pudo ser visto, no de manera demasiado oblicua, como el aspecto apolíneo (lo que hace referencia a las artes plásticas, a la belleza, a la nitidez, a la individualidad, a la razón crítica, a la perfección, a la creación, en oposición a lo dionisiaco, que es lo que hace referencia al instinto, al dolor, a la no individualidad, a la pasión orgiástica, al exceso, a la destrucción) de la filosofía de Nietzsche.


Figura 1: Los Crimebusters, según Lego. Detrás: Doctor Manhattan. Enmedio, de izquierda a derecha: Ozymandias, Espectro de Seda, Búho Nocturno y Rorschach. Delante: El Comediante.

miércoles, 27 de junio de 2007

Watchmen: Los Minutemen

Los Minutemen (nombre que se le dio en el siglo XVIII, justo antes de la Guerra de Independencia norteamericana, a un grupo de milicianos de Massachusetts preparado para actuar en acciones militares instantáneas; también se le dio este nombre a una organización ultrasecreta que tuvo como propósito el de luchar contra la invasión comunista de los Estados Unidos) fueron un grupo de superhéroes formado antes de los eventos narrados en el cómic Watchmen. Los componentes de este grupo, que nació en 1939 y se disolvió en 1949, fueron: Hooded Justice (Justicia Enmascarada), el primer Nite Owl (el primer Búho Nocturno), el primer Silk Spectre (el primer Espectro de Seda), Captain Metropolis (Capitán Metrópolis), Mothman (El Hombre Polilla), Dollar Bill (Dollar Bill) y Silhouette (Silueta). Después de su disolución, Capitán Metrópolis intentó en 1966 formar un grupo que sucediera a Los Minutemen, al que se le llamó Los Crimebusters (Los cazadores de criminales). En este grupo estuvieron los principales protagonistas del cómic que antes mencionaba: Watchmen. Estos fueron: The Comedian (El Comediante), Rorschach (Rorschach), Ozymandias (Ozymandias), Doctor Manhattan (Doctor Manhattan), el segundo Silk Spectre (el segundo Espectro de Seda) y el segundo Nite Owl (el segundo Búho Nocturno).

Hoy me dispongo a hacer un repaso de los componentes de Los Minutemen. Mañana haré lo propio con los tres primeros componentes de Los Crimebusters. Y pasado mañana, con los tres últimos. La fuente de la que me inspiro: la gloriosa wikipedia, claro.

Allá vamos.

Justicia Enmascarada fue un hombre extremadamente imponente y corpulento, cuya identidad real no se revela en Watchmen. Hay quien dice que fue Rolf Nuller, un hombre que trabajó en un circo interpretando el papel de Hombre de Acero. Fue el primero de los vigilantes enmascarados (el primero de los watchmen) y, según se rumoreaba, fue homosexual. Justicia Enmascarada desapareció cuando Los Minutemen fueron cuestionados por el Comité de Actividades Antiamericanas, y nunca más fue visto de nuevo. Según se dijo, fue asesinado por El Comediante (del que hablaré mañana).

El primer Búho Nocturno fue el héroe encarnado por Hollis Mason, un policia que se convirtió en aventurero enmascarado después de ser inspirado por un artículo publicado por el New York Gazette que hablaba sobre Justicia Enmascarada. Después de pasar años al servicio de Los Minutemen, escribió un libro titulado Under the Hood, en el que explicó muchos detalles acerca del grupo, y muy en particular el intento de violación de Sally Jupiter (el primer Espectro de Seda) por parte de El Comediante (del que, como he dicho antes, hablaré mañana). Después de la disolución de Los Minutemen, y del ascenso del Doctor Manhattan, prefirió retirarse y trabajar como mecánico de coches antiguos, pasándole el testigo a Dan Dreiberg, quien se convertiría en el segundo Búho Nocturno.

El primer Espectro de Seda fue el sobrenombre que adoptó Sally Juspeczyk (también llamada Sally Jupiter). De origen polaco (aunque a menudo negó su origen y por este motivo cambió su apellido original por el de Jupiter), trabajó como camarera y como bailarina antes convertirse en una luchadora contra el crimen y por la justicia, siguiendo el consejo de su agente, y futuro marido, Laurence Schexnayder. Debe decirse que su matrimonio con Schexnader fue de lo más turbulento, y acabó en divorcio. Después se retiró a una casa de reposo de California.

Capitán Metrópolis. Así fue como se hizo llamar Nelson Gardner, exteniente de la marina y uno de los más activos defensores de Los Minutemen. Él fue quien sugirió la idea de que unir las fuerzas de cada vigilante enmascarado sería la manera más efectiva para luchar contra el crimen. Los "males de la sociedad" fue lo que, según dijo, a él le impulsó a luchar contra el crimen. Sin embargo, lo que él define como “mal de la sociedad”, como por ejemplo las manifestaciones pacifistas y la creciente promiscuidad en los Estados Unidos, se contradice con las motivaciones que, según muchos, tuvo en su intento por cambiar el mundo. Según los que le criticaron, estas motivaciones siempre fueron egoístas o, al menos, conservadoras; siempre en beneficio propio en lugar de ser en beneficio del bien de la sociedad. Nelson Gardner negó, por supuesto, una y otra vez estas acusaciones. Se ha sugerido también que estuvo envuelto en una relación homosexual con Justicia Enmascarada, y que se necesitó por ello fingir una relación entre Sally Jupiter y la misma Justicia Enmascarada para prevenir cualquier sospecha por parte de la sociedad. Cosa que, dados los tiempos que corrían por aquel entonces, hubiera dañado irreparablemente la imagen de Los Minutemen.

El Hombre Polilla, cuyo auténtico nombre fue Byron Lewis, fue un personaje menor dentro del grupo de Los Minutemen. Fue investigado, lo mismo que Justicia Enmascarada, por el Comité de Actividades Antiamericanas, lo que le hundió en un profundo alcoholismo que, al final, consiguió encerrarlo en un sanatorio. No es, como antes decía, uno de los personajes principales (aparece en flashbacks ocasionales) pero es considerado con cariño por la mayoría de Los Minutemen.

Dollar Bill fue originariamente una estrella del atletismo universitario de Kansas. Fue empleado inicialmente por uno de los mayores bancos nacionales, aunque de nombre desconocido, como superhéroe interno. Su misión: defender los intereses del banco. Después de trabajar en este primer banco, trabajó de lo mismo para otros bancos menos importantes. Hasta que un día, mientras intentaba parar un asalto a uno de los bancos para los que trabajó, su capa se enredó en la puerta giratoria de la entrada y los asaltantes aprovecharon para asesinarlo a balazos. En Under the Hood, Hollis Mason le describe como un hombre honesto y amigable, y lamenta la estupidez que supone el llevar capa, cosa que acabó con la vida de Dollar Bill. Aunque las motivaciones de Dollar Hill fueron claramente comerciales, sus compañeros de Los Minutemen, lo mismo que la siguiente generación de vigilantes enmascarados, le consideró un héroe dignísimo.

Silueta, de nombre Ursula Zandt, se convirtió en una luchadora contra el crimen en 1939. En 1946 fue expulsada del grupo cuando se reveló públicamente que era lesbiana. Seis semanas después, ella y su amante fueron asesinadas por un adversario que buscaba venganza. Judía de nacimiento, tuvo que dejar Alemania a causa del auge del nazismo. Junto con El Hombre Polilla, es uno de los componentes de Los Minutemen menos conocidos.

Y mañana, más. Mañana: El Comediante, Rorschach y Ozymandias.


Figura 1: Los Minutemen, según Lego. Detrás, de izquierda a derecha: Silueta, Hombre Polilla, Dolar Bill, Búho Nocturno, Capitán Metrópolis, Espectro de Seda y Justicia Enmascarada. Delante: El Comediante (que no fue, propiamente dicho, uno de los componentes de Los Minutemen).

martes, 26 de junio de 2007

Las estatuas II

Pensando en lo que ayer os comentaba acerca de estatuas y de ángeles, he recordado una fotografía que le hice a una estatua que había encima de una lápida del cementerio romano en el que están enterrados los poetas románticos ingleses John Keats (nacido en 1795 y muerto en 1821) y Percy Bysshe Shelley (nacido en 1792 y muerto en 1822). Es muy evocadora y la verdad es que, vista desde cerca, impresiona.



lunes, 25 de junio de 2007

Las estatuas

Opino que hay algo en las estatuas que no deja indiferente a quien las mira. Que hay algo en ellas que hace que impresionen mucho más que otros objetos producidos por los artistas que exploran el arte. Yo no sé qué es pero me aventuro a decir que quizás, sea lo que sea, tenga que ver con su aspecto impertérrito y quieto. Y que, por esto mismo, por este aspecto reposado con el que habitan el mundo, que quizás ese algo del que hablo tenga que ver con la eternidad misma.

La primera vez que me di cuenta de ello no fue mirando una estatua sino que fue mirando un cuadro titulado: Pillars of the Kings. Este cuadro, pintado por los hermanos Hildebrant en 1978 para un calendario dedicado a J.R.R. Tolkien, representa a los Argonath, un monumento formado por dos estatuas colosales construidas en el año 1250 de la Tercera Edad de la Tierra Media y utilizado para marcar el límite norte del Reino de Gondor. Cada una descansa a un lado de río Anduin, y están talladas en dos enormes pilares que representan a los hermanos Isildur y Anárion, los primeros reyes de Gondor. Pues bien, el dibujo de estas estatuas impresiona. Porque en ellas el poso de lo eterno y de lo inmutable aparece y te mira muy directo y muy hacia adentro. Los antiguos reyes de Gondor, aunque muertos hace ya mucho tiempo, parece que reposen en el interior de estas estatuas y que, desde lo antiguo del tiempo, permanezcan vigilantes de lo que ocurre en lo que un día fue su mundo.

A partir de entonces fue cuando me di cuenta de que las esculturas -y en particular hablo de las estatuas que representan figuras de hombres y mujeres- hablan, en lo hondo, de lo eterno. A partir de entonces fue cuando leí de un modo diferente aquel pasaje del Génesis 19 en el que Dios, después de invitar a Lot, a su mujer y a sus dos hijas, a que huyan de la ciudad de Sodoma advirtiéndoles de que: “look not behind thee, neither stay thou in all the plain; escape to the mountain, lest thou be consumed”*, y después de que la mujer de Lot mire hacia atrás, la convierte en una estatua de sal. Porque la mujer de Lot, vencida por la tentación de la curiosidad, mira hacia atrás y Dios lo había prohibido. “But his wife looked back from behind him, and she became a pillar of salt.”* Ay, sí, la mujer de Lot mira hacia atrás y, entonces, por la voluntad de Dios, se convierte en una triste estatua de sal. Quieta para siempre, como estatua, y manteniendo en su rostro la expresión de pánico al ver como Dios destruye, mediante el fuego y el azufre, la ciudad de Sodoma. Al leer este pasaje del Génesis me parece como si Dios nos dijera: obedecedme, pues aquel que no lo haga, aquel que no obedezca mis mandatos, vivirá en el infierno durante toda la eternidad. El infierno eterno simbolizado, en este caso, por la inmovilidad eterna a la que se ve sometida la mujer de Lot. Además: ¿no habéis pensado nunca que quizás Dios, al convertirla en estatua de sal, le mantiene, en cambio, intactas las facultades del pensamiento? Yo sí. En La Biblia no lo dice, pero cuando leía es pasaje del Génesis pensaba: por no obedecer, va a sufrir, en su cuerpo y en su espíritu, la crueldad y el horror más absoluto: el horror de tener que permanecer quieta para siempre y manteniendo en su recuerdo las imágenes del fuego y del azufre con los que Dios azota al pueblo de Sodoma, los sodomitas. Siendo la conversión a estatua un castigo por su desobediencia, esto que os digo tiene cierto sentido, ¿no?

Ah, ¿y no os parece que una estatua quebrada es la imagen más melancólica del mundo? Porque, si asumimos que las estatuas juegan con la idea de lo eterno, y con la eternidad; si pensamos que las estatuas, impertérritas, se burlan silenciosamente del tiempo, entonces ver una estatua quebrada supone un revés que el tiempo mismo da a esa eternidad para la que han sido definidas. Como si el hecho de quebrarse la estatua por el paso del tiempo hiciera crujir a la eternidad misma. Como si hasta lo que presuntamente había de ser eterno, desde dentro mismo de su ser nos dijera: mirad, no puedo ser eterno, me vence el tiempo. Por eso, es raro pasear por un cementerio y ver estatuas caídas o quebradas o rotas: hay una crueldad extraña que ataca al centro de la esperanza misma de quien cree en la vida eterna que le ha de esperar en la otra vida. Y, ¿no os parece que es aún más raro ver la estatua de un ángel caída, quebrada o rota? Pues si antes, al ver una estatua derruída de este modo hacía que te creciera una fatiga honda en el espíritu, ahora, al ver del mismo modo la de un ángel, la fatiga que te crece es doble: por ser una estatua y estar esta quebrada; y por ser una estatua que, además, es la representación de un ángel (pues: ¿cómo puede, un ser que ha sido enviado por Dios mismo, caer y quebrarse?, ¿no estaba eso reservado, únicamente, para el malo del mundo?)

Hablaba de las estatuas rotas. Y de la melancolía que produce el mirarlas. Pero no son estas estatuas las únicas capaces de hacer crecer la melancólia en quien las mira. Lo son también aquellas estatuas que representan a personas que ya han muerto pero que un día, cuando estuvieron vivas, fueron grandes. Aquellas estatuas que representan a personas que un día fueron héroes, tanto en lo intelectual como en lo físico. Aquellas estatuas que prolongan, desde el pasado hasta el presente, la presencia de la persona a la que representan pero que hacen evidente, precisamente por la ausencia de esta persona que un día fue grande, la finitud del tiempo que nos ha tocado vivir: pues si aquellos que fueron grandes vieron como se agotó su tiempo y de ellos no queda más que el recuerdo, hecho presente para nosotros por la presencia de una estatua, ¿no va a agotar el destino, y aun con más motivo pues somos tan sólo unos pobres mediocres, el nuestro? Me acuerdo de la emoción intensísima que sentí cuando, en Roma, me senté en el pedestal de la estatua que la ciudad había erigido en honor de Giordano Bruno; y me acuerdo lo mismo de cuando, pensando en lo descomunal del intelecto del insigne filósofo al que la estatua representa, y pensando lo mismo en el tiempo que había huído desde que sus huesos se habían confundido con el polvo de la tierra, estremecido, lloré.




Figura 1: Pillars of Kings (1978), pintura acrílica sobre tabla, de los hermanos Hildebrandt.
Figura 2: estatua dedicada a Giordano Bruno situada en la plaza Campo dei Fiori de Roma.
* citas de La Biblia extraídas de la traducción al inglés para el Rey James, The King James Version.

domingo, 24 de junio de 2007

Superhéroes VI: Superman, el Héroe

Román Gubern (1934), catedrático de Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona, afirma que Superman es una figura simétrica a la de Cristo. Dice de Superman que:

a) Igual que Cristo, tiene orígenes extraterrestres.
b) Llega a su destino huyendo de un cataclismo (la destrucción de su planeta: Kripton), lo mismo que huye la familia de Cristo de la matanza de Herodes.
c) Tiene una doble personalidad: una, como hijo del padre extraterrestre; y otra, como hijo del padre terrestre.
d) Se hace hombre al amparo del hogar de un matrimonio modesto, cuidadoso en su comportamiento y de valores intachables. Un matrimonio que, además, carece de hijos.
e) Como hijo del padre extraterrestre, efectúa prodigios que maravillan tanto a sus padres terretres como a los habitantes del pueblo en el que habita.
f) Antes de iniciar su vida pública, abandona su hogar y se retira a meditar, al amparo de la soledad, a un paraje deshabitado y hostil.
g) Ayuda a los necesitados y defiende a los oprimidos, sin pedir nunca nada a cambio.
h) Es inalterable a las tentaciones mundanas, manteniéndose célibe y casto (al menos si hablamos del personaje original).
i) Debido a su identificación con el padre extraterrestre, efectúa prodigios contrarios a la física y a la naturaleza.

Nosotros, que no sólo somos herederos de la tradición judeocristianas encarnadas en Cristo sino que también la vivimos por ser el substrato de nuestro comportamiento social y hasta de nuestros valores, no podemos mantenernos al margen de un símbolo como el que representa este superhéroe. Superman es el superhéroe que más se enraíza hondo del subsuelo de nuestra cultura.. Nos puede gustar o no el estilo aventurero de este superhéroe, nos pueden gustar o no sus aventuras, pero no podemos ignorarlo ni dejar de asumirlo como uno de los iconos de nuestra cultura, en el que, como pasa con Cristo, se resume la lucha arquetípica entre el Bien y el Mal (así, en mayúsculas).

La lucha entre el Bien y el Mal es uno de los temas que abordan las historias de superhéroes. Pero en la mayoría de estas historias, esta lucha no es central, mientras sí lo es en el de Superman. Me refiero a que, por ejemplo, parte de las preocupaciones de Batman y de Spiderman conciernen al Bien y al Mal, pero estas nos son las únicas preocupaciones con las que se atormentan. Ni son tampoco, de hecho, las más importantes. Porque en Batman y en Spiderman lo central es la batalla que han de mantener cada día con su propia psique. A diferencia de los creadores de Superman (creado en 1932 por el dibujante Joe Shuster y el guionista Jerry Siegel), los de Batman (creado en 1939 por el dibujante Bob Kane y el guionista Bill Finger) y los de Spiderman (creado en 1962 por el dibujante Steve Ditko y el guionista Stan Lee) estuvieron más centrados en las características poliédricas de la psique del Hombre (y en los problemas que de esta capacidad se derivan) que en la lucha arquetípica entre el Bien y el Mal. Y estas características son las que resumieron en sus creaciones. En cambio, en Superman el tema central, y casi único, es la lucha entre el Bien y el Mal. Porque, en lo básico, Superman carece de la profundidad psicológica que sí tienen Batman y Spiderman. En parte porque en ninguna de las dos personalidades de Superman (la de Clark Kent y la de Superman mismo) hay duda sobre cuál es la condición de su existencia (de hecho Clark Kent es un mero disfraz del verdadero personaje: Superman; así que, en el fondo, hay únicamente una sola personalidad). Y en parte porque, claro, Superman no ha escogido esta condición vital: él es como es. En cambio, tanto Batman como Spiderman tienen la posibilidad de no hacer lo que hacen, de ignorar ese yo superheroico que han asumido como suyo, y de vivir como hombres normales.

Sea como sea, Superman es, por su profunda capacidad simbólica y por los temas arquetípicos de los que habla, un superhéroe sin parangón.