viernes, 6 de julio de 2007

Todos somos Truman

Ya no somos los títeres de Dios.

Ayer por la mañana, cuando iba hacia el trabajo, me acordé de una película que, aunque se estrenó en 1998, vi hace cinco o seis años: The Truman Show. Dirigida por Peter Weir (el director de Gallipoli (1981), Witness (1985), Dead Poets Society (1989) y Master and Comander: The Far Side of the World (2003), entre otras películas), narra la vida aparente de un feliz, Truman Burbank, en una comunidad aséptica y poco menos que idílica, en la que nunca pasa nada. Pero resulta que la vida que vive Truman no es de verdad, y que esa presunta felicidad -de mujer e hijos siempre sonrientes y felices, y de cielos siempre de un azul impecable- es una felicidad falsa. Porque en el mundo de Truman lo único que es de verdad es él mismo. Todo lo demás es mentira.

Y cuando en Truman crece la sospecha de que quizás en su mundo no todo es idilio, y de que quizás en él cabe la mentira; cuando Truman empieza a ver sus hilos de marioneta, es entonces cuando aparece una voz omnipresente que, desde los cielos, desde cualquier rincón de su mundo, desde arriba, le habla. Para Truman esa voz es la voz de Dios. De la misma manera que, para nosotros, lo fue la voz de quien habló a Abraham dictándole lo que había de ser ley para el Hombre. Esa voz que habla a Truman tranquila y profunda, le busca respuestas. Pero la sospecha ha calado hondo en su alma y las respuestas que esa voz da a las preguntas que le plantea ya no valen. La sospecha de que también esa voz representa la de un dios de falso, hueco, obsoleto y mudo a sus preguntas. Truman fue feliz viviendo en el país de la ignorancia. Pero, al haber conocido, ya no puede serlo.

¿Es Truman Burbank el resumen metafórico del Adán y la Eva de La Bíblia? Fijaos en lo que nos cuenta el Génesis 3, 23-24 (en la traducción que encargó el rey James, I de Inglaterra y VI de Escocia, y que fue publicada por primera vez en 1611: The King James Version):

“23. Therefore the Lord God sent him forth from the garden of Eden, to till the ground from whence he was taken.
24. So he drove out the man; and he placed at the east of the garden of Eden Cherubins, and a flaming sword which turned every way, to keep the way of the tree of life.”

(Que en su traducción española dice: “23. Entonces expulsó al hombre del jardín de Edén, para que trabajara la tierra de la que había sido sacado. 24. Y después de expulsar al hombre, puso al oriente del jardín de Edén a los querubines y la llama de la espada zigzagueante, para custodiar el acceso al árbol de la vida.”)

A todos nosotros, creo, nos pasa como a Truman. Desamparados y sin una voz que guíe nuestros pasos por esta vida, damos tumbos. Ojala no hubiéramos visto nunca los hilos que movían nuestro destino. Porque al verlos los cortamos pensando: por fin seremos libres. Qué error, qué error. Ojala continuáramos como en lo antiguo siendo igual que títeres; siendo igual de ignorantes y crédulos que los hombres marioneta del pasado. Ojala retomara Dios los hilos que un día nosotros mismos cortamos, y olvidáramos que los ha retomado, y fuéramos capaces de, sumergidos en este olvido, continuar confiando en él. Porque entonces, quizás, seríamos felices.


Figura 1: fotograma de la película The Truman Show (1998), de Peter Weir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Prefiero la infelicidad.

Joan Carles dijo...

Oh, pero en este mundo, ¿qué es lo más importante? No diré que la felicidad a toda costa porque entonces podríamos plantear un montón de conflictos éticos en los que contienden la felicidad particular de un individuo con la felicidad global. Pero, en caso que ese conflicto ético no exista, en caso que únicamente esté en juego el individuo y sus circunstáncias, ¿es preferible el conocimiento a la felicidad? Se podría decir que si la respuesta es que sí, entonces se ha de actuar en consecuencia. Per, claro, una vez ya se ha iniciado el camino del conocimiento, ¿hay retorno? O, más concretamente, si hubiera un veneno que no me matara pero que hiciera olvidar todo lo que de miserable hay en mí y el mundo, ¿lo tomaría? Ay, yo no sé, yo no sé. Es este un asunto vasto y complejo. Y las preguntas que se plantean en torno a él roen la conciencia y son de, me temo, de dificil solución. Quizás por eso, por su profundidad en cuanto a lo que concierne al hombre y al sentido de la vida, aparezca en uno de los aparatos de manipulación más poderoso que ha existido nunca. Me refiero, claro, a La Bíblia.

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo; es complejo. Yo lo he pensado mucho y prefiero la infelicidad. Probablemente sea algo genético.