Watchmen, capítulo II: Absent friends
And I'm up while the dawn is breaking
Even though my heart is aching
I should be drinking a toast to absent friends
Instead of these comedians.
Instead of these comedians.
Estos son los versos con los que acaba el segundo capítulo de la serie Watchmen: Absent friends. Estos versos pertenecen a una canción, The comedians, que Elvis Costello compuso para su disco que publicó en 1984: Goodbye cruel world. Estaréis de acuerdo conmigo si digo que, dado el título del capítulo y las palabras con las que estan escritos estos versos, son adecuadísimos para darle cierre.
Ocurre que en ocasiones hacemos cosas que van contra nuestro corazón. Y que nos vemos en situaciones y en estaciones de la vida en las que nunca hubiéramos querido estar; o, al menos, que nunca hubiéramos planificado para nosotros. Pero es que la vida se conduce por caminos muy raros. Y estos caminos se bifurcan muy a menudo, y nos dicen: escoge; y no siempre sabemos escoger la continuación adecuada al camino por el que veníamos; por el camino que nos construía. Y entonces, al continuar por ese camino mal escogido, nos perdemos y acabamos en parajes en los que nada se dibuja como esperábamos. Me he equivocado, pensamos entonces. Pero, ay, la vida no revierte su sentido, ni hay dobles oportunidades. El tiempo es intocable, y la bifurcación, pasada está; y el momento en el que escogimos mal, se asienta como parte de nuestra historia, para siempre. Es desde ese lugar incómodo es desde donde debemos partir, sin descanso, para continuar andando nuestro camino. Para continuar con nuestra vida.
Sí, en ocasiones nos vemos en situaciones y en estaciones de la vida en las que nunca hubiéramos querido estar. Pero ahí es donde nos encontramos; aunque desazonados, descorazonados, tristes y sin remedio alguno que sea capaz de curar esa tristeza, ahí es donde nos encontramos. Y, a sabiendas de que no hay remedio, crece en nosotros una necesidad, compleja, de adaptarse a lo que tenemos, aunque sea a la contra de lo que siente nuestro corazón. Y nos decimos: he de vivir; he de vivir como sea; he de vivir a toda costa. Y aunque nos encontremos alejadísimos del centro de nuestros corazones, y nuestra alma se sienta, en lo habitual, como en un país extraño y en el bullicio de las risas, sola, brindamos y reímos. Y lo hacemos como todos los demás, a sabiendas de que también viven el mismo desamparo que nosotros; y que, como nosotros, lo viven en silencio.
Ocurre que en ocasiones hacemos cosas que van contra nuestro corazón. Y que nos vemos en situaciones y en estaciones de la vida en las que nunca hubiéramos querido estar; o, al menos, que nunca hubiéramos planificado para nosotros. Pero es que la vida se conduce por caminos muy raros. Y estos caminos se bifurcan muy a menudo, y nos dicen: escoge; y no siempre sabemos escoger la continuación adecuada al camino por el que veníamos; por el camino que nos construía. Y entonces, al continuar por ese camino mal escogido, nos perdemos y acabamos en parajes en los que nada se dibuja como esperábamos. Me he equivocado, pensamos entonces. Pero, ay, la vida no revierte su sentido, ni hay dobles oportunidades. El tiempo es intocable, y la bifurcación, pasada está; y el momento en el que escogimos mal, se asienta como parte de nuestra historia, para siempre. Es desde ese lugar incómodo es desde donde debemos partir, sin descanso, para continuar andando nuestro camino. Para continuar con nuestra vida.
Sí, en ocasiones nos vemos en situaciones y en estaciones de la vida en las que nunca hubiéramos querido estar. Pero ahí es donde nos encontramos; aunque desazonados, descorazonados, tristes y sin remedio alguno que sea capaz de curar esa tristeza, ahí es donde nos encontramos. Y, a sabiendas de que no hay remedio, crece en nosotros una necesidad, compleja, de adaptarse a lo que tenemos, aunque sea a la contra de lo que siente nuestro corazón. Y nos decimos: he de vivir; he de vivir como sea; he de vivir a toda costa. Y aunque nos encontremos alejadísimos del centro de nuestros corazones, y nuestra alma se sienta, en lo habitual, como en un país extraño y en el bullicio de las risas, sola, brindamos y reímos. Y lo hacemos como todos los demás, a sabiendas de que también viven el mismo desamparo que nosotros; y que, como nosotros, lo viven en silencio.
Pero, aun brindando, no podemos dejar de llorar sin lágrimas por todo aquello que hubiéramos querido ser y no somos; por todo aquello que hubiéramos querido vivir y no hemos vivido; por las oportunidades perdidas e irrecuperables. No podemos dejar de llorar por, en definitiva, no estar donde hubiéramos querido estar: en el centro de nuestros corazónes.